Empiezo contándote una anécdota….

Un día, en una clase de yoga infantil pregunté “¿alguien me sabe decir qué es el estrés?” Y me respondían cosas como “eso lo tiene mi mamá”, “si, mi papá también tiene estrés” y de nuevo pregunté, pero ¿qué es el estrés? Y respondían “¡No tener tiempo para nada!”, “en mi familia pasa que siempre tienen prisa para hacer las cosas”. Y volví a preguntarles (porque en las clases de yoga damos espacio a preguntar, hablar, expresar cómo nos sentimos) “¿alguna vez alguien sentido estrés?” Y tal y como me temía, sí… El alumnado de 6 a 10 años me decía, “cuando tengo mucha tarea”, “cuando tengo que estudiar para un examen”, “cuando no tengo tiempo para jugar”.

Vivimos en el mundo de las prisas, en un mundo donde parar, simplemente a darnos cuenta de cómo está nuestro cuerpo o cómo estamos respirando, parece todo un lujo.

El yoga en el aula es necesario, porque esta práctica milenaria combina posturas, respiración, relajación y meditación, que proporcionan salud y bienestar a nivel físico, pero además ayuda al cerebro a mejorar su nivel de atención, permitiendo mejorar la percepción de uno mismo y de lo que nos rodea.

El cerebro necesita movimiento para aprender y está demostrado científicamente que es importante, incluir momentos de pausas activas para darle tiempo a la mente para volver a centrar su atención, para oxigenarse y así prepararse mejor para el aprendizaje.

Sabiendo esto, disponer de momentos al día para parar y conectar con el cuerpo y con la respiración a través de la práctica de yoga les proporcionará, tanto al profesorado como al alumnado, innumerables beneficios como:

  • Mejorar el funcionamiento de los órganos vitales.
  • Aumentar la conciencia de una correcta alineación corporal, gracias al trabajo de fuerza, equilibrio, flexibilidad que se realiza con las posturas.
  • Mejorar la atención y la concentración, gracias a las prácticas de atención plena.
  • Aumentar la liberación de hormonas como la dopamina, oxitocina y serotonina, responsables de la sensación de bienestar.
  • Aumentar la autoestima, mejorando las relaciones intrapersonal e interpersonal.
  • Disminuyen los niveles de estrés y ansiedad, reduciendo la reactividad y la impulsividad.
  • Mejorar el rendimiento académico.

Cada vez más estudios científicos avalan estos beneficios, por lo tanto, podemos afirmar que el yoga mejora el desarrollo físico, cognitivo, emocional y social de las personas que lo practican.

¿Te imaginas por un momento que, en el día a día del cole, pudiéramos parar 15 – 30 minutos y practicar posturas que ayuden a nuestro cuerpo a sentirse más estirado, fuerte, relajado y además enseñáramos al alumnado a respirar correctamente, a ser conscientes de lo que sienten y a gestionarlo de forma adecuada?

Yo sí me lo imagino, a veces sueño con un sistema educativo que apueste definitivamente por incluir la práctica de yoga dentro del horario escolar para que no sea de acceso sólo para algunas personas, sino que no haya excepciones para vivir y disfrutar la experiencia del yoga.

Romina Herminia Livia, profesora del proyecto Yoga TVA, E1 y E2

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