Diversos, diferentes, en periodo de transición, cambiantes… Hoy pienso en verde y estoy en calma, pero mañana me levanto diferente, casi piso el rojo… y así nos pasa a todos y a todas. ¡Qué diferentes somos los unos de los otros! Y cómo nos enriquecemos cuando nos movemos en la diversidad y ahí está la riqueza, en esa convivencia.
En el colegio donde trabajo, crezco con profesionales que vibramos en la misma frecuencia. ¡Y qué orgullosa me siento! En el Plan de Atención a la Diversidad se crean y se ponen en marcha proyectos con el fin de invitar a toda la comunidad educativa a solidificar una sociedad accesible, sin barreras, donde quepamos todos. Valores como la equidad, la inclusión y la ciudadanía son nuestro caldo de cultivo.
Nuestro propósito, como toda escuela, es la formación de los adultos del mañana. El futuro preocupa, pero es el presente el que nos ocupa. Transmitir, construir y convivir, lejos de ser verbos en infinitivo de tercera conjugación, son los pilares que nos encaminan hacia una sociedad más justa, con igualdad de oportunidades, independientemente de nuestras capacidades y habilidades.
¿Por qué debemos educar en la diversidad? Porque educar en la diversidad nos hace pensar, razonar, dialogar, nos hace ver diferentes realidades y no sólo la nuestra. Porque entre las virtudes que tiene educar en la diversidad aparece la empatía, la solidaridad, la tolerancia, el respeto, la integridad, la humanidad, la esperanza y el amor.
Nosotros, como educadores, aunque pensemos que es difícil e incluso utópico, podemos contagiar y hacer ver que educar de ese modo es tarea de todos y de todas, pues somos los responsables de crear los cimientos para que en una sociedad vibremos juntos en la misma frecuencia. Como dice Eduardo Galeano: “El mundo es eso… un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores”
Todas y todos sumamos.
María Eulalia Borges Toledo. Logopeda Echeyde I