Hace más de quince años terminaba mis estudios de escuela secundaria en el colegio Echeyde.
Hace más de 15 de años no sabía que iba a reflexionar sobre la vida que ocurre después de terminar la escuela secundaria aquí, desde Lincoln, Nebraska, la misma noche en la que estoy escribiendo también para mis exámenes de doctorado en Lenguas Modernas y Literaturas.
Sin embargo, hace más de 15 años si sabía ya que el colegio Echeyde había determinado quienes iban a ser los amigos que me acompañarían durante toda la vida.
Cuando terminé el colegio, recuerdo estar sentada en mi habitación preguntándome cómo iba a continuar mi vida, no solo en términos escolares o profesionales, sino también en el aspecto personal. ¿Quiénes iban a ser mis nuevos amigos en el instituto? Y también, ¿cómo iban a ser mis nuevos profesores?
Todos aquellos que hemos estudiado en el Echeyde sabemos que el colegio es una comunidad, una familia que regala experiencias y, aquellos que vivimos lejos de las familias, sabemos que desprenderse de una familia siempre da miedo. Durante esos momentos de cambios, aprendí que allá a donde se vaya, reconocemos antiguos compañeros y profesores que se alegran de vernos crecer, al igual que nuestras familias se alegran de vernos conseguir nuestros sueños, aunque sea a miles de kilómetros de distancia. Durante mis momentos de cambios, pienso en mis profesores y en que me gustaría agradecerles que siempre confiaran en mí, ¡incluso cuando llegué a mi último curso de secundaria con asignaturas suspendidas que tuve que recuperar en el último momento!
Si lees esto en tu último de curso de secundaria y tienes miedo de los cambios o piensas que no estás cerca de conseguir tus sueños, recuerda que tienes detrás una comunidad educativa que funciona como una familia. Aprovéchala. Recuerda que es normal sentir miedo, pero que pase lo que pase, siempre habrá una puerta abierta para ti, porque también la hubo para mí.
GRACIAS
Laura García García, antigua alumna del colegio Echeyde I