Algo dentro de nosotros nos empuja a las estrellas,
algo profundo e inexplicable,
pues somos polvo de estrellas, al principio y al final.
Somos parte de un todo, que no podemos evitar.
En esencia, somos luz, como nuestra estrella Sol,
que alumbra nuestros pasos y nos hace mejorar.
Somos luz cuando juntos, sentimos la inocencia del AMOR,
esa emoción, que, con su tibieza agradable,
nos conmueve el corazón.
El AMOR, que con sorpresa nos eleva y nos da otra perspectiva,
nos remueve, cuando observamos,
nos elevamos, y pensamos que como especie debemos mejorar.
Con el tiempo, muchos olvidaron esa luz
que guardamos en nuestro interior
y algunos ya ni pueden recordar,
o ni siquiera encontrar,
y hacen que nuestro mundo se llene de sombras
en forma de guerras, sufrimientos
y hogueras de odios crecidos
que bailan al son de las vanidades.
Pero por suerte, hay un papel protagonista
para todos los niños y niñas
de nuestro menospreciado mundo azul:
la ESPERANZA en donde el futuro va a cambiar.
La inocencia es combustión…
Las luces jóvenes brillan más, con más poder.
Con un mensaje simple que llegue a todos por igual:
«A los que sirven al poder
Les decimos que no son ni dueños de parcelas,
ni amos, ni captores de pueblos enteros
privados de su propio destino,
a los que con terror se les cortó las alas
invisibles de la libertad
cuando nacieron convertidos en esclavos
sin apenas darse cuenta,
ciegos».
Los niños/as, auténticos motores de un cambio social,
mejorarán el mundo presente o el futuro,
nos liberarán de las sombras,
vergüenzas de nuestra especie.
No es útil para el planeta ser más inteligente
que el resto de los seres vivos.
Observad con atención los animales
que conviven con nosotros,
que fluyen en silencio
sin perturbar el medioambiente,
sin amenazar o destruir el planeta.
Simplemente viven en armonía,
inconscientes de esa luz de las estrellas,
con la que nacieron también,
aún permanece en ellos,
pura,
inocente,
Esa luz guarda un secreto,
la anhelada FELICIDAD.
Elva Jorge
(Profesora de Música del Colegio Echeyde I)