El peso del ajedrez contribuye a salvar a nuestros hijos.
Daniel Muñoz, formador y ajedrecista en activo, encuentra analogías en la vida con el ajedrez cada día. Se define como un jugador que ha jugado buenas y malas partidas pero que aún sigue aprendiendo.
Compartimos su artículo «La destrucción de la infancia y el ajedrez.» Muñoz recorre la historia de la infancia. Afirma que vivimos en una sociedad estresada y globalizada que infravalora la infancia. Queremos compartir su experiencia como formador y jugador de ajedrez.
«Llegando al final de este artículo es cuando quiero reivindicar el peso del ajedrez para salvar a nuestros hijos de los efectos del contexto anterior.Son de sobra conocidas las cualidades del ajedrez desde un punto de vista intelectivo y cognitivo. Pero además, el ajedrez es uno de los juegos que sigue sin desaparecer y ha conseguido sobrevivir durante miles de años a la cultura dominante.
Se estima que en los últimos años han desaparecido en el mundo en torno a doscientos juegos infantiles (quién no se acuerda de la peonza, las canicas, las chapas etc… y muchos otros juegos que no conozco de otros países).
Juegos que han ido siendo sustituidos por consolas, tablets y juegos digitales que siguen siendo productos constructores de ideales, ideologías, modelos y cultura.»
«El ajedrez es una herramienta poderosa» que no corrige los defectos del sistema pero que ayuda a que los niños crezcan jugando e interactuando con otros en un contexto de igualdad. El ajedrez no genera las consecuencias dañinas de la televisión y es inocuo como producto. Ofrece a los niños la oportunidad de aprender acerca de sí mismos, de crear e innovar, y de hacer juicios independientes. También aprenden el respeto mutuo y la forma de trabajar con los demás.»
«Además, el juego da a los niños una sensación de disfrute a la que pueden recurrir más tarde en la vida. Cuando son adultos estresados (¡ojalá que no!), que pueden recordar los tiempos felices, de despreocupación cuando eran niños.»