No hay mayor tesoro en la vida de cualquiera que la sabiduría y el buen consejo de nuestros mayores.
No encontraremos mayor dulzura que en esos brazos incondicionales y consentidores.
Para una persona, sus mayores son un tesoro irreemplazable, un modelo de comportamiento curtido tras fracasos que no quieren que repitamos.
Para una familia son, de siempre, pero mucho más en estos tiempos de velocidad frenética, el mayor pilar.
Contar con personas que no sólo cuidan de nuestros hijos sino que además los quieren, es un regalo. ¿quién no ha recibido alguna vez esa temida llamada del colegio?: “Su hijo no se encuentra bien”. O ¿quién no ha tenido que trabajar en periodos de vacaciones escolares? Ahí están ellos.
Es necesario parar, reflexionar sobre nuestra dicha y agradecer a esos abuelos la labor que hacen en nuestro lugar, el tiempo de tanta calidad que comparten con nuestros hijos.
Ellos necesitan saber que estimas su ayuda, diles con un simple gesto lo importante y necesario que es para ti.
Llama, visita o dedícale unos minutos de conversación telefónica. Que se sientan acompañados.
S.G.G. Maestra en Echeyde Santa Cruz.