En la facultad de educación de una pequeña capital de provincia castellana, me educaba en el pensamiento, que contextualizaba el aprender a educar, únicamente en todo lo que había al otro lado. Reflexionaba sobre como parchear o tapar lo que el alumnado no tenía y necesitaba para “ser normal”, había que enseñar lo que no se sabía y las editoriales exponían en sus libros de texto. Buscaba con lupa pedagógica el fallo en el alumnado para solucionarlo, mi trabajo consistía en tapar carencias para normalizar. Este paradigma educativo lo he arrastrado durante tiempo, hasta que decidí emprender el viaje por el camino de la inclusión.

Debe ser difícil ser niño o, niña en una sociedad donde la escuela trata de arreglarte en lugar de acompañarte, respetarte y amarte.

Párate un momento y cuenta las veces que “la normalidad” ha organizado tu forma de pensar, sentir y actuar a lo largo del día. Cada vez que la norma organiza nuestra cabeza, estamos tapando una infancia, ocultando una identidad.

¿Cuántos normicidios habéis cometido hoy?

Necesitamos que la escuela se transforme en un espacio para todos los niños y las niñas, un lugar donde la normalidad sea cuestionada. Y eso no va a ocurrir por arte de magia, sino por nuestra acción decidida. La de cada persona que no delega su responsabilidad y autoevalúa sus prácticas, su lenguaje y sus pensamientos, actuando únicamente con el objetivo de crear una sociedad inclusiva.

Normicidio: Surge de la mezcla entre normalidad y homicidio. Se refiere a como la normalidad mata determinadas identidades.

Sergio Delgado, maestro en Echeyde II

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