Empecé desde muy pequeñita, era una niña que venía desde el norte y para mí fue un gran cambio, pero desde el primer momento me integré muy bien. Recuerdo esta etapa con mucho amor y cariño, donde nos dejaban ser quienes queríamos ser, sin importar lo que nos gustaba.

Ya me sentía una niña grande y comenzó mi fase de primaria. Estos seis cursos tuve a unos profesores que para mí fueron mi familia, podías contar con ellos para todo, desde un problema con las matemáticas, un problema en el patio, hasta con un problema familiar, ellos siempre estaban pendientes de las necesidades que teníamos cada uno.

Durante estos años fui la niña más feliz del mundo, ir al colegio era mi mayor alegría. Realizamos excursiones de todo tipo: caminatas por el monte, museos, campamentos indios, viajes de fin de curso, y para mí la más importante y la que más me gustaba, ¡las OLIMPIADAS! Aquí es donde me di cuenta de la importancia que tiene el deporte.

Con mucha pena llegaron mis últimos años en el Echeyde. La ESO es donde experimentamos millones de cambios hormonales y cuando, en realidad, no te apetece estudiar. Lo bueno de esta familia (como yo la llamo) es que los profesores hacen múltiples actividades para llamar tu atención y consiguen que pongas interés por lo que estás haciendo en clase. Esta etapa para mí fue muy dura por infinitos motivos, pero me sentí la persona más querida y apoyada del mundo gracias a todos los que formaban parte de este colegio.

Al salir de Echeyde e ir a otro centro me sentí muy bien preparada para afrontar lo que me venía ahora, el bachiller. Pero la verdad es que nada era igual, no me sentía en casa, estaba lejos de mi familia. Así que cada vez que podía, iba a ver a mis profesores y en esos momentos pensaba que seguía ahí y que nunca me había ido.

Siempre me preguntaban qué quería ser de mayor, pero nunca sabía qué responder. Mi vida ha estado siempre vinculada al deporte, desde muy pequeña empecé con el fútbol y todos me apoyaron a seguir jugando. Poco a poco fui creciendo y he llegado a lo más alto en este deporte. Pero esto para mí siempre ha sido un hobby, tenía claro que me quería dedicar a algo donde pudiese ayudar, igual que lo hicieron conmigo.

Llegó el momento que nunca pensé que llegaría, tome la decisión de que quería ser MAESTRA, gracias a todas esas personas que han pasado por mi vida y tanto me han ayudado, inculcándome valores, dándome conocimientos, confianza y diciéndome que era una hormiguita (que iba poco a poco pero que tenía un gran potencial y que todo lo que me propusiera lo iba a conseguir). Siempre he sabido en el fondo de mi corazón que mi lugar siempre sería Echeyde, porque donde uno es feliz siempre regresa.

Volví para realizar mis prácticas y comprendí lo difícil que es ser una gran maestra. Pero creo que merece la pena ayudar a los alumnos y alumnas, ofrecerles valores y sentirte un apoyo para ellos cuando lo necesiten.

En estos momentos me veo reflejada en los niños y niñas a los que educo y cada vez tengo más claro que Echeyde es una FAMILIA donde siempre, aunque te vayas, podrás volver y contar con ellos para lo que necesites.

Lara Lorenzo García. Antigua alumna Echeyde

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