El currículo de Lengua Castellana y Literatura establece criterios que valoran la expresión y comprensión escrita del alumnado. Realmente España hace un esfuerzo por fomentar la lectura y los centros educativos crean planes diseñando estrategias que favorezcan el interés del alumno por leer. Sin embargo, no existe a nivel normativo «planes de escritura», es decir, igualar el esfuerzo en ese sentido, o lo que es lo mismo, poner el mismo empeño en la producción escrita frente a la comprensión lectora.
Sin desmerecer el esfuerzo por animar a leer toda clase de textos, se debiera equilibrar el fomento por la capacidad escritora del estudiante. Son dos actividades que van de la mano, la una complementa a la otra y ambas contribuyen a mejorar la comprensión lectora del alumno.
La lectura por sí sola no estimula la capacidad de escribir, porque para redactar es necesario un trabajo diferente. El niño escritor debe organizar su pensamiento, procurar un léxico adecuado a las ideas o argumentos que quiere expresar, conocer o aprender aspectos de la gramática y la ortografía y plasmar todo en una serie de párrafos coherentes y cohesionados. Esta labor requiere entrenamiento. Mientras leemos no prestamos tanta atención a aspectos organizativos del discurso, porque nos centramos en la intención comunicativa del libro que tenemos en las manos. Si se trata de un texto literario, por ejemplo, prestamos más atención a las características del personaje o a la tensión narrativa o a la resolución de un conflicto, o a otras cuestiones.
Sin embargo, cuando hemos de crear un cuento o narrar un evento, hemos de detenernos en los detalles que con la lectura nos pasaron desapercibidos. Por tanto, el alumno escritor desarrollará mejor comprensión lectora, en cuanto el trabajo de otros escritores facilita ejemplos que le servirán para su propia producción escrita.
Fernando Armas Pérez, profesor de ESO en Echeyde I