¡Que levante la mano el que nunca haya tenido un conflicto!
Tic, tac, tic, tac,…
Seguramente nadie haya levantado la mano porque todos y todas alguna vez hemos tenido alguno. Los conflictos son parte de la vida misma, de las relaciones entre las personas y se manifiestan cuando hay contraposición de intereses, necesidades y valores. Una discusión familiar, una disputa con nuestros vecinos y vecinas, una pugna con un compañero o compañera en el colegio, son algunos ejemplos que hemos podido experimentar.
Ahora bien, ya que hemos reconocido que alguna vez hemos tenido alguna disputa con alguien, ¿la percepción de lo que pasa es siempre la misma entre dos personas?
Observemos ahora esta imagen:
¿Qué ves? ¿Una copa o dos personas cercanas? ¿Qué viste en un primer momento? ¿Has visto ambas figuras o solo una de ellas? ¿Quién tiene la razón, la persona que vio la copa, o la que ve las dos siluetas?
Si ante una misma imagen, podemos percibir figuras o realidades diferentes, podemos imaginarnos las diferentes posibilidades que surgen ante un conflicto, donde intervienen las emociones (rabia, ira, tristeza,…), experiencias, creencias, valores.
En un conflicto entre dos personas, cada persona construye su propia “historia del conflicto” y estas pueden ser distintas. Una historia se construye con lo que siento y lo que pienso sobre lo que pasó, con mis creencias previas al conflicto, con mis necesidades y expectativas sobre el conflicto. La solución de un conflicto se logra a partir de la transformación de las historias previas. Los hechos pasados no cambian, pero puede cambiar la percepción que tenga de ellos, los sentimientos, las creencias, las expectativas… Cualquier cambio que se produzca, transforma la historia. Y con ello, un mayor acercamiento en la resolución pacífica del conflicto.
ROBERTO MACHÍN CASAÑAS. Acreditado en Mediación Escolar