Que la fatiga es uno de los síntomas de muchas de las enfermedades comunes, es un hecho conocido por todos. Alguna vez nos hemos quejado ante un malestar muscular, agotamiento o dificultad respiratoria como antesala a la aparición de alguna enfermedad. Y en el caso de la COVID-19 ocurre de igual manera. Siendo muchos los casos en los que esta fatiga indica la escalada hacia síntomas más graves. Esta fatiga se explica desde el punto de vista de la acción desmedida de nuestro sistema inmune ante la infección por SARS CoV2 en nuestro sistema respiratorio y por consiguiente la deficiencia de intercambio de gases en nuestros pulmones. La deficiencia de oxígeno lleva a una falta de energía en las células y por ello al cansancio, agotamiento y dolor muscular que solemos asociar a la fatiga.

También son muchos los casos datados, en los que tras haber pasado la COVID-19, esta fatiga es uno de los síntomas que parecen indicar que la enfermedad continúa, aunque los análisis indiquen lo contrario. Es lo que se ha denominado como Covid persistente. En este caso el agotamiento físico es uno de los síntomas más repetidos llegando a imposibilitar la realización de una vida cotidiana normal. Parece relacionarse la fatiga a la afección que produce el SARS CoV2 en el sistema nervioso central de los pacientes, provocando un enlentecimiento de la respuesta fisiológica y de ese modo la sensación de cansancio y debilidad física.

Pero si desde un punto de vista clínico parecerían estos los casos a tener en cuenta. No debemos olvidar la fatiga asociada a las dificultades sociales que trae la pandemia. La aparición de una fatiga psicológica producida a nivel personal, laboral y económico, que puede llevar a cuadros de tipo depresivos, cambios de personalidad o reacciones incontroladas. No podemos menospreciar este aspecto de la pandemia, que sin lugar a dudas tiene una gran importancia. Los estados emocionales ante las dificultades que pasan nuestros seres queridos o los estados de soledad por el aislamiento social impuesto. El estrés al sentir que nuestros iguales no toman las medidas de protección necesarias o ponen en riesgo a todos. Las dificultades impuestas por un parón de la actividad económica, con lo que ha supuesto para muchas familias. La continua puesta en duda de las medidas preventivas que se toman, e incluso la duda en la capacidad y saber hacer de los científicos encargados de dar con una solución. Y así un largo glosario de causas que han acabado por minar nuestra fortaleza psicológica y mental, llevando a estados de depresión, crispación y fatiga general.

Ante todo esto solo podemos ser seres resilientes, utilizando nuestra capacidad de comprensión y confianza, luchar al lado del conocimiento científico y la solidaridad social, tendiendo una mano al que la necesita o una sonrisa al que le haga falta. Creer en una solución apostando por nosotros y que la fatiga no pueda con nuestras ganas de ser felices.

Antonio D. Ordóñez Abreu

Tutor ESO Echeyde 2

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