Se sabe que nuestra personalidad se forja durante las primeras experiencias de nuestra infancia; son tantos los factores que nos pueden marcar, que reducirlo a un periodo concreto parece algo absurdo. Pero cuando me aventuro en mi memoria, muchos de esos recuerdos transcurren en el colegio que me vio crecer.
Empecé en Echeyde en mi etapa de infantil, aún recuerdo con detalle el edificio, la clase, los tiempos de recreo en el patio, a mi profesora y a los compañeros/as de etapa. Entre números, letras y temperas fui creciendo y viví todas y cada una de las actividades que el colegio organizaba: festivales de danza, carnavales y cabalgatas, olimpiadas, viajes de fin de curso …así año tras año hasta llegar a la secundaria. Sin duda, estos recuerdos forman parte de un cachito de mí y muchas de las anécdotas y experiencias vividas forjan lo que soy hoy en día. Pero profundizando un poco más, es donde se encuentra la verdadera emoción.
Es el sentimiento de “Familia Echeyde” que hay detrás de todo esto, no se trata solo del profesorado, sino del personal de cocina, de las monitoras que dan de comer, del conserje que te recibe por las mañanas… Hablo de las personas que trabajan en los centros, que se dirigen a ti por tu nombre, que te preguntaban cómo te iba con las matemáticas, si habías preparado una actuación para la cena de 4ºE.S.O, si quería el bocadillo de siempre para desayunar, o una ración doble cuando tocaba croquetas o libritos en el comedor… Profesorado que, con paciencia, me enseñaron a leer, que sus anécdotas lograban que el PAST SIMPLE Y PAST CONTINIUS fuera sencillo de recordar o que las fracciones, si las trasladaba a raciones de tartas resultaran más fáciles.
Al terminar la educación obligatoria, dejé atrás el uniforme y tengo que reconocer que lo extrañé. Mis estudios continuaron, hasta llegar a la universidad, fue en el año 2011 cuando me llamaron para incorporarme a trabajar en colegio Echeyde, y ahí, después de escuchar el eco de mi memoria, aposté por formar parte del proyecto educativo sin dudarlo.
Llevo 10 años trabajando en el colegio, y aunque las infraestructuras hayan cambiado, y la pizarra digital haya sustituido a la tiza, me siento afortunada de formar parte de la “Familia Echeyde” desde el otro lado y de contribuir a que el eco de ese sentimiento perpetúe en nuestro alumnado.
Mariana León Casañas. Antigua alumna, hoy profesora de Echeyde