Cuando me enfrenté a mi primera obra literaria, Las aventuras de Sebastián, de manera inesperada me sentí una especie de «dios». De hecho, es lo que siempre transmito en los talleres literarios tanto a docentes, personas interesadas en escribir o alumnado. Efectivamente, crear personajes es como jugar a ser un dios.
Como lectores o espectadores, en alguna ocasión nos hemos sentido cautivados por los personajes de nuestros libros, series o películas. A veces, los hemos convertido en personas memorables (empatía, iguales motivaciones, ternura y afecto, odio…)
Y sin embargo, son personas ficticias (salvo en los relatos históricos o biografías, por ejemplo).
Tenemos que tener en cuenta que los personajes (progatonistas, secundarios o terciarios) son el alma de cualquier historia. ¿Qué los hace creíbles y únicos? Hablaremos sobre cómo construir personalidades, motivaciones y conflictos que los hagan reales y cercanos al lector.
En primer lugar, tienes que conocer a fondo a tu personaje. Te propongo que dediques un tiempo a pensar en sus características físicas y en esbozar su historia previa: ¿de dónde vienen?, ¿qué heridas cargan?, ¿qué desean con urgencia? No se trata solo de enumerar características físicas, sino de entender cómo piensan, qué los mueve, qué temen perder.
Para iniciar la trama tienes que «moverlos». A los más pequeños, les suelo poner como ejemplo las películas de animación. Rapunzel es una niña a punto de cumplir los dieciocho años. Siempre ha vivido en una torre apartada de la sociedad y su MOTIVACIÓN (lo que hace que emprenda el movimiento) es ver las «luces flotantes» que aparecen cada cumpleaños.
En segundo lugar, el escritor los pone a prueba. Un personaje revela quién es a través de sus DECISIONES, especialmente bajo presión. Un buen escritor no protege a los personajes: los enfrenta a conflictos, dilemas y consecuencias.
No podemos explicar cómo son constantemente. Hay que dejar que el lector los descubra por sus acciones que se irán desvelando a lo largo de la historia.
También escucha su VOZ. Cada personaje debe sonar diferente, no por capricho, sino porque su historia, educación y emociones moldean su forma de hablar y actuar. Si todos los personajes hablan igual, es señal de que aún no están del todo vivos.
En el próximo post nos acercaremos a la construcción los diálogos narrativos y el pensamiento interior.
Finalmente, recuerda que no son herramientas al servicio de la trama: son seres que tienen sus propios deseos, que a veces se apartarán del plan inicial. Un personaje auténtico puede sorprender incluso a su creador.
En definitiva, construir personajes vivos es, en esencia, un acto de empatía: ponerse en su lugar, sentir como ellos, pensar como ellos, y permitirles ser imperfectos.
Fernando Armas. Profesor en Echeyde Santa Cruz