Tal como vimos en el último post, una técnica esencial de hacer vivir a los personajes es a través de su voz. Los diálogos aportan credibilidad y realidad a la historia, pues es una forma narrativa cercana al lector.
Desde el punto de vista formal, es decir, a la hora de escribir un diálogo, recomiendo la lectura del uso de la raya (y no del guion) que explica la Real Academia de la Lengua Española.
En los textos narrativos, la conversación de un personaje se introduce con una raya:
—Espero que todo salga bien —dijo Azucena con gesto ilusionado.
En este caso, cerramos la raya porque a continuación el narrador hace una acotación (da una explicación), estas acotaciones se llaman también «incisos». NO TODAS LAS INTERVENCIONES DE LOS PERSONAJES LLEVAN INCISO. Por regla general, la acotación pretende orientar al lector para saber quién habla.
Si queremos que el personaje siga hablando después del inciso, añadimos el signo de puntuación que mejor convenga (en este caso punto, coma y dos puntos):
—Lo principal es sentirse viva —explicó Pilar—. Afortunada o desafortunada, pero viva.
—Lo principal es sentirse viva —añadió Pilar—, bien viva.
—Anoche estuve en una fiesta —me confesó, y añadió—: Conocí a personas muy interesantes.
Si necesitamos que el narrador ahonde en las explicaciones, comenzamos con una raya el inciso que hace el narrador después de cerrar la intervención del personaje:
—No se moleste. —Cerró la puerta y salió de mala gana.
Aclarados los formalismos, podría decirse que no es la única fórmula para hacer hablar al personaje. Existen otras clases de diálogos que transgreden estas normas, como el discurso indirecto, el discurso libre; pero para empezar es suficiente conocer la base.
Pasemos a explicar qué condiciones han de reunir los diálogos para enriquecer el texto narrativo:
Naturalidad y precisión: Los personajes son seres vivos que se comunican entre ellos de manera natural. No hay que forzarlos. Las palabras de los personajes deben de ser las necesarias.
Ejemplo de un diálogo entre un visitante y un personaje oriundo que lo acompaña:
―Yo soy de aquí mismo. Vivo allá por el Valleseco, que le decimos ―le desveló―. ¿Y a dónde va usted? ―preguntó con la curiosidad del nativo ávido de noticias del mundo al otro lado del océano.
―Quiero ir al norte de la isla. ¿Has estado?
―No, don Pedro. Eso es muy lejos. Yo me muevo por aquí cerca. A la mar pa pescar y al monte a por leña pa la cocina. Poco más.
Intencionalidad: Cuando se usa un diálogo en medio del relato hay un propósito. No se hace para rellenar huecos. Refleja la personalidad del personaje, está ligado al contexto de la trama, se abren vías, dudas, emociones…
Ejemplo que deja ver la tristeza:
―De aquí se van todos los que ahorran veinte duros. Se echan al mar en cuanto pueden. Algunos regresan y se pasean ufanos ―dijo y apartó la mirada―. Otros no vuelven…
―¿Un esposo?
―Uno que lo pretendía ―respondió ella con la cabeza vuelta a la calle.
―Marchó y no ha vuelto, supongo.
―Algo así…
―Discúlpeme. No quiero ahondar en la herida.
―Ya no me duele. No se preocupe ―dijo y siguió el ajetreo de la calle con la mirada.
Fluidez: Los diálogos entre personajes deben de ser fluidos, tener un ritmo propio y esa fluidez ha de estar relacionada a la situación que se describe. En el siguiente ejemplo, el autor precisa dar rapidez:
―¿No insinuará…? ―preguntó con los ojos abiertos.
―Lo afirmo.
―Yo no estaba.
―Hay testigos, hay pruebas ―insistió el policía.
Coherencia: Los diálogos han de coincidir con el registro de cada personaje y reflejar sus emociones en cada momento que interviene.
Verosimilitud: Hay que intentar que el diálogo sea creíble.
Hay un elemento crucial que a menudo pasa desapercibido, aunque puede ser fundamental para comprender la complejidad y profundidad de una narrativa: la voz en off del personaje, su pensamiento interno o el monólogo interior. Se trata de un diálogo silencioso, que nadie puede escuchar… salvo el lector.
Cuando un autor transmite el pensamiento de un personaje ahonda en su autenticidad y realismo. El lector se sumerge más profundamente en la trama, estableciendo una conexión íntima con los protagonistas y comprendiendo mejor sus motivaciones y conflictos internos.
―Ahora mismo, anoten lo que están pensando entre comillas angulares.
«¿Le podré decir al maestro que no me estoy enterando de nada?».
Estas comillas ejemplifican cómo se expresa el pensamiento del personaje en la literatura.
El diálogo interno tiene cierta ventaja. Podemos dejarle que exprese cosas que no se atrevería a verbalizar frente a los demás protagonistas del relato.
Podemos aprovechar a variar el estilo de habla, la elección de palabras, el ritmo, el tono (sarcasmo, frustración, tristeza, alegría, nostalgia…)
En definitiva, los pensamientos y reflexiones internas de un personaje ofrecen una visión directa de sus preocupaciones, deseos y conflictos más profundos. Es una buena herramienta para dar realismo al personaje.
Recuerda: en español, el monólogo interno se expresa con comillas angulares («…»), denominadas por la RAEcomillas latinas o españolas, frente a las comillas inglesas.
¿Te apetece entrenar, creando un diálogo?
Fernando Armas. Profesor en Echeyde Santa Cruz