Siempre hablo del Carnaval con un poco de nostalgia, pues regresa a mi memoria el recuerdo de una fiesta local, donde nuestras madres mostraban sus habilidades y nos ayudaban a dar forma a nuestra creatividad.
Desde una perspectiva escolar, creo que debemos considerar el Carnaval más que una fiesta de colores y disfraces, para abordarlo como una oportunidad para desplegar creatividad, fortalecer lazos comunitarios y recordar que la diversión también implica responsabilidad.
Cuando era niño, el Carnaval convertía las calles en un gran teatro al aire libre. Mi pueblo se llenaba de personajes fantásticos, desde la tradicional mascarita, a loscaballeros, princesas y un sinfín de criaturas inventadas por la imaginación de quienes, con poco más que tela, aguja e hilo, transformaban sus sueños en realidad. Recuerdo con admiración el esfuerzo de mi grupo de amigos y, sobre todo, el de nuestras madres, que cosían con dedicación para darnos un disfraz único, hecho con amor.
Pero el Carnaval no solo se trataba de los disfraces. Era una celebración para compartir, para reír juntos y crear recuerdos. En aquella época, los jóvenes disfrutábamos de la fiesta de una manera sana y constructiva, interactuando con respeto y alegría. Había un sentido de comunidad que nos hacía sentir parte de algo más grande.
Hoy, esa esencia del Carnaval sigue viva, pero es nuestra responsabilidad mantenerla. Como en cualquier celebración, el respeto hacia los demás y el entorno es fundamental. Disfrazarse es una forma de expresión, pero siempre desde la empatía, evitando ofender o apropiarnos de culturas ajenas sin conciencia. La diversión no debe convertirse en descontrol y violencia; la amistad y el encuentro con otras personas deben vivirse con responsabilidad.
Además, en un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental, podemos aprovechar la creatividad del Carnaval para reutilizar materiales y hacer disfraces sostenibles. Aquellas madres que cosían con cariño nos enseñaron que no hace falta comprar lo más caro para brillar, sino usar la imaginación.
El Carnaval es un espejo de nuestra sociedad, un espacio donde la creatividad y la alegría se encuentran. Como estudiantes, como educadores, como ciudadanos, tenemos la oportunidad de celebrar esta fiesta manteniendo su espíritu de convivencia, respeto y responsabilidad. Porque la verdadera magia del Carnaval no está solo en los disfraces, sino en la forma en que lo vivimos.
Fernando Armas, profesor en Echeyde Santa Cruz