Es agosto, y físicamente mientras escribo estas palabras, estoy en mi amada isla de El Hierro, en Frontera. Sin embargo, no la estoy gozando como otros años, con mi alma entera. Ni siquiera arreglando la casa para dejarla más bonita, no puedo. Mi alma la tengo compartida entre dos islas ahora mismo, aquí y en Tenerife, mi isla natal, la que me vio crecer y arropó hasta los catorce años, cuando me alejé de ella por primera vez. Aquella vez, dejó de ser mi cuna, y me liberó para que mi ser, también anhelara nuevos lugares y experiencias a los que volver.
Pero el incendio, ese gran monstruo que lo está devorando todo, hace que trocitos de mi alma que han quedado desperdigados en diferentes lugares que he visitado y de los que me he enamorado, se hayan concentrado nuevamente, olvidando por completo esos lugares maravillosos, y como un imán me pidan volver a casa, a Tenerife, para ver el gris y el negro, en vez de tanto verde, pardo y el color llamativo de las flores. Diría, que hasta me molesta y me incomoda que esté todo tan bonito.
El día que partí de Tenerife, cogimos la autopista del sur hacia los Cristianos, me asombró las columnas de humo, que ya se visualizaban a la altura de Tabaiba o quizá antes. Esto fue solo el principio de la pesadilla.
Cada día posterior al embarque, fotos, noticias, me llegaban de mi casa, por Whatsapp desde la casa de familiares en La Orotava y La Laguna zona alta fotos más tarde de la zona del aeropuerto, amigos en la zona alta de La Orotava con el fuego al lado, pero con barranco de cortafuegos, no fueron desalojados necesariamente, pero se fueron, por ambiente irrespirable.
Las noticias, o redes sociales, me ponen los pelos de punta, se me eriza la piel con las imágenes de gente maravillosa que son los voluntarios y voluntarias, el personal de emergencias, los desalojos, los rescates de los animales, y lo que no se ve, por supuesto, los vecinos que ayudan con sus casas, los bares, que dan comida, agua o lo que haga falta sin pensar, en un mañana.
Aparte…¿y lo de la piedra? el señor mayor, el helicóptero y la vida de los pilotos en manos del destino, bueno… eso da para otra reflexión.
Ya ha pasado casi una semana y en breve me voy. Estoy deseando estar en Tenerife, de la manera en que esté y sabiendo que se me va a encoger el corazón porque en nueve días todo habrá cambiado. Pero aún así volveré, con el alma entera, y le daré un beso suave, para que no le duela a su quebrada y negra corteza, para acompañarla, olerla, sentirla y quererla, aún más si cabe.
Elva Jorge Rodríguez, maestra en Echeyde 1