Hace pocos días llegó a mis manos, por esas casualidades de la vida, un pequeño libro infantil titulado “Los dragos del volcán”, un proyecto de apoyo emocional a los niños y niñas de las zonas afectadas por el volcán de La Palma. Con una sutileza y sensibilidad extraordinaria, exponía la importancia de la resiliencia como habilidad emocional para enfrentarse y trasformar constructivamente situaciones problemáticas. Después de trabajarlo con éxito en mi clase, reflexioné sobre mi labor docente.

Nuestro alumnado, en su paso por la enseñanza obligatoria, recibe y aprende muchos conocimientos científicos, lingüísticos y matemáticos que le permite explicar, interpretar y transformar su entorno, son herramientas necesarias para funcionar en una sociedad en continuo cambio. Durante los años escolares, los maestros y educadores tienen otra función clara, guardar esas herramientas en una buena caja, que las proteja y las mantenga ordenadas para poder sacar un rendimiento óptimo de ellas en el presente, y sobre todo, para el futuro.

Las escuelas son un lugar ideal para dar calidad a esa caja de herramientas que nos acompañará toda la vida y que dará sentido a nuestros conocimientos, trabajando un concepto que hasta hace pocos años era tabú en la educación reglada: la salud mental.

Cuando hablamos de salud mental en la escuela, hablamos de educación emocional, prioridad en la infancia para prevenir posibles trastornos en la edad adulta. La OMS estima que aproximadamente entre un 10 %-15% de la población infantil, presenta trastornos psicológicos que disminuyen sus oportunidades educativas.

Desde nuestros puestos de educadores tenemos una labor preventiva muy importante, es fundamental educar en el conocimiento y la aceptación de las propias emociones. De esta manera, nuestro alumnado será capaz de reconocer las emociones de las personas que conviven con ellas y desarrollar habilidades sociales que permitan establecer relaciones positivas y constructivas, lo que nos va a llevar a poder utilizar esas herramientas para afrontar retos futuros y contribuir al desarrollo de una sociedad más humana.

Una escuela promotora de la salud en coordinación con los centros de Atención Primaria es totalmente necesaria y cada vez está más cercana. Nuestro alumnado tiene el derecho fundamental a vivir su escolaridad en un entorno que promueva su salud y bienestar mejorando su aprendizaje. Para ello, es necesaria la formación del profesorado y la inclusión de otros profesionales sanitarios y sociales en los centros educativos. Fisioterapeutas, enfermeras, educadores/as sociales, psicólogos/as deben formar parte del personal docente, esperemos que las políticas educativas de nuestros gobiernos faciliten su inclusión en la escuela en un futuro muy cercano.

Sergio Delgado. Maestro en Echeyde II

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