En 2004, recién terminada la carrera, cae en mis manos un curso sobre «Igualdad de oportunidades». Un año entero de formación que me hace aprender a poner la mirada en perspectiva de género. Culmina con unas prácticas en una casa de acogida para mujeres víctimas de violencia de género. Enfrentarse a esa realidad de primera mano y tener la oportunidad de ayudar a mujeres y sus familias cambió mi vida. Al terminar mis prácticas empecé a formar parte del equipo y lo compagino con mi llegada al Colegio Echeyde durante algún tiempo.

Es al comenzar a dar clase cuándo entiendo que la lucha para prevenir la violencia de género, o cualquier tipo de desigualdad, es la educación. Los docentes tenemos a diario la oportunidad de sembrar la semilla de igualdad en nuestro alumnado. Y cuidarla para que no se pierda mientras crezca. Es nuestra responsabilidad ser ejemplo de justicia, respeto e inclusión. También de darles herramientas para enfrentarse a las dificultades e injusticias a través de los distintos cauces que existen para hacerlo pacíficamente.

Para ello tratamos a nuestro alumnado de manera igualitaria, sin distinciones por sexo, género, identidad, color de piel, creencias… Lo hacemos cuando en cada asamblea, en cada exposición, en cada tarea o trabajo inculcamos valores como la empatía, la cooperación, la reflexión crítica. También en la resolución de conflictos de manera pacífica a través de la acción tutorial o del Equipo de Gestión de Convivencia del centro.

Pero, además, tengo el gusto de colaborar con la Comisión de Igualdad del centro, que, a través del Plan de Igualdad, implementa estas acciones diarias con otras más específicas como talleres de igualdad, educación afectiva y sexual, murales conmemorativos, divulgación, formación de los alumnos, y de los docentes, porque ellos también necesitan tener herramientas y actualizarse continuamente.

En esta semana, en la que se celebra el Día Internacional de la Mujer, y a pesar de todos los avances conseguidos en materia, nos queda mucho que lograr. Acabar con los techos de cristal, con las distinciones económicas, en derechos sociales, conciliación familiar igualitaria, cuidados a personas dependientes… equidad, al fin y al cabo.

Debemos trabajar por un mundo en que la mitad de la población no esté en desigualdad de derechos. Formemos personas justas, íntegras, concienciadas con la igualdad, la paz (tan necesaria estos días) y tendremos un futuro sostenible. Esa es «la educación que soñamos».

Carmen Santos. Maestra de Educación Especial en Echeyde

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