Para ser un médico cirujano no nos basta conocer bien la anatomía y la técnica quirúrgica. Para ser buenos operarios no es suficiente conocer bien todas las herramientas. Para llegar a la plenitud como personas, no nos alcanzan todos los conocimientos si falta lo esencial del ser humano: su HUMANIDAD. Y una educación humanizada, involucra tanto la sensibilidad como la responsabilidad, tanto la inteligencia cognitiva como la emocional.

Tendemos a suprimir la infancia, atiborramos a nuestros niños y niñas de números y letras en la edad irrepetible de los juegos y los cuentos. Bloqueamos muy temprano los caminos mágicos de su imaginación infantil, atentando contra la creatividad que los podría hacer ÚNICOS.

Hemos formado para el éxito sin saber que este no garantiza la felicidad. Hemos insistido en la cantidad de conocimientos, renunciando a la singularidad de esa sabiduría que cada cual alberga en su interior y le permite ser ORIGINAL.

La mejor escuela es la VIDA. La educación es el puente entre nosotros y nosotros mismos. Entre el ser y el hacer. Entre la tierra de la cultura y la semilla de nuestros talentos. No podemos permitir que el puente se siga derrumbando.

Si todos y todas, educadores, ingenieras, mecánicos, pacientes, médicos… tuviéramos la humildad de reconocernos como aprendices, la vida sería una escuela permanente y el sistema educativo no sería nunca más como ese molde estrecho que asfixia la genialidad de cada ser humano.

Habremos aprendido la lección de la autenticidad, esa cualidad que nos da el valor incomparable de ser originales, ÚNICOS.

Y así queremos a nuestros niños y niñas, ÚNICOS, AUTÉNTICOS E IRREPETIBLES.

Esther Monasterio Lobenstein Tutora Educación Infantil 

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